Un 63% de la población adulta en nuestro país tiene sobrepeso y obesidad, en tanto que cerca de 4 millones de niños menores de 5 años (7,2%) sufre este flagelo. Una realidad alarmante que el Dr. Barreda aborda en su libro ¡Olvídese de las calorías; coma sano y natural!. Donde plantea la necesidad que las personas vuelven a la cocina real, que vuelvan a la tierra. De aquí la importancia de rescatar la alimentación sana a partir de tres pilares básicos: nutrición y actividad saludable, además de ambiente libre de estrés
Por Vicky Abarca
Pediatra general y neonatólogo, Desde 2010 forma parte del Consejo Consultor de Nutrición (NAB), con sede en Los Angeles, Estados Unidos. Actualmente es presidente de la Fundación J. Meneghello, entidad de educación superior que imparte cursos postgrado para médicos de atención primaria. A través de su sitio web y redes sociales propone una medicina enfocada en un estilo de vida sano.
El estudio “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina 2016”, realizado por la FAO, arrojó que Chile es el país con más obesidad de Latinoamérica y el caso de los niños es alarmante: el 7,2% de los menores de 5 años viven con sobrepeso, un punto más que el porcentaje mundial (6,2%). ¿Cuáles son las principales causas de esta preocupante realidad?
Hay varias formas científicas de demostrarlo, pero son una mezcla de causas. No se puede pensar que la genética no es importante y lo que despierta a esos genes son lo que más tenemos en nuestro medio, como son los azúcares procesados. Partimos del feto, en que una madre generosa -en cuanto a sobrepeso y obesidad- lo deja marcado. Es lo que los médicos llamamos “epigenética”. Prendemos las luces y le damos el estímulo. Entonces estos chiquitos son grandes para la edad gestacional; son los hijos de madres diabéticas. Después seguimos con la protección de la leche materna, pero no es infinita, A los seis meses viene la presión del ambiente que es muy obesógeno, por un seudoengaño -el neuromarketing-que hace pensar que las cosas más vistas en la televisión hacen más felices a las personas y partimos de chiquitos sembrando las bases del sobrepeso y la obesidad, creándoles la sensación que lo dulce es bueno. Se le ha dado mucha importancia a la actividad, vemos muchos niños con sobrepeso y obesidad que se mueven bastante, pero hay un castigo a la actividad. Estas condiciones hacen que los niños no se muevan porque les cuesta, en una sociedad encerrada e insegura, lo mejor es ponerse cómodos frente al televisor.
Creo que eso en líneas generales: ambiente obesógeno, genética, actividad y conocimiento. Y ahí está el motivo y objetivo de mi libro: ya tenemos esta generación perdida, con su capacidad de ahorro multiplicada por dos. Es cosa de ver en la calle que tres de cada cuatro tienen sobrepeso u obesidad y ese es un mal pronóstico para esta generación porque estas enfermedades producen inflamación crónica, no dan síntomas sino hasta los 40-50 años,que se traduce en hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares, y después de los 50, en enfermedades, porque la gente no asume aún su responsabilidad y consecuencias.
En su libro “Olvídese de las calorías” usted plantea que la actual generación de niños va camino a ser la primera en la historia de la humanidad que vivirá más enferma y morirá antes que sus padres. ¿En qué fundamenta esta apreciación?
En los fundamentos que llamamos epidemiología o estudios públicos. Si en este momento tenemos ese porcentaje de sobrepeso y obesidad en los niños tan chicos, ¿cuál es la diferencia con mi grupo etario? No teníamos estos productos tan asequibles y baratos. Nuestra generación se alimentó bien, incluso somos portadores de las consecuencias de la desnutrición. El año 62-70 teníamos desnutrición y se sacó, entre otras cosas, con leches con grasa. Pertenezco a la fundación en la cual mi director es el Dr. Monckeberg, el mismo que sacó a este país de la desnutrición con el medio litro de leche. No vamos a comparar la generación que se crió bien -por decirlo de alguna manera-con carnes, productos de animales en los pastos, aves libres, pero esta generación está marcada: come en la calle productos rápidos y baratos, hacen fila para malgastar su salud y como no dan síntomas inmediatos, especialmente los millennials, creen que el mundo es ahora. No saben que llegarán a ciclos que se cumplen en forma inexorable, y eso significa problemas de diabetes y muerte de jóvenes, pero eso no se especifica porque la industria del azúcar es demasiado poderosa. En Chile tenemos una muy buena política pública, de los sellos negros, y cada día que convencemos a una persona más es uno menos que va a tener complicaciones, pero vamos muy lentos.
De no cambiar esta generación sus hábitos alimentarios, en promedio, ¿cuántos años podrían vivir y qué tipo de enfermedades pueden contraer?
Cada persona en sí mismo es un individuo que tiene características psicosociales, pero si ya tiene obesidad le hemos hipotecado su cantidad de años porque podía haber sido previsto y manejado de otra manera. Aquí no hay nada prohibido, sólo las cantidades y la frecuencia. No estoy diciendo que no coma esto ni lo otro como tampoco que se llene de verduras. Le estoy dando alternativas; la gente no sabe qué son los productos naturales, alimentos poco procesados, productos procesados que son alimentos y ultra procesados a los que hay que buscar con lupa dónde está la parte alimenticia. Yo necesito incentivar y hacer ver el futuro como presente porque ya hay una generación perdida, entre comillas, o sometida a los perjuicios de una base dietética nutricional incorrecta. No pretendo que todos sean delgados, sino que sanos y saludables. No doy dietas, porque nunca una dieta ha resultado. No existen las dietas, existe la alimentación saludable. No soy portador de dietas, soy portador de conceptos.
Este mismo estudio de la FAO señala que somos el segundo país con mayor consumo de alimentos ultraprocesados en la región, con un promedio anual per cápita de casi 202 kilos. ¿Por qué preferimos comer este tipo de alimentos y no optar por una alimentación sana?
Hay desinformación, estamos en un periodo de transición en que la mujer trabaja, el hombre sigue trabajando y no entra al hogar. Un niño en el siglo 21 dentro de la casa está menos motivado, porque no hay pedagogía. El llanto molesta y le dan bebidas que llevan cafeína para calmarlo. Esta investigación no es más que el reflejo de lo que uno como médico ve. Soy portador de una información que está muy sesgada, pero estamos abriendo puertas. Las complicaciones son reales: diabetes, cardiopatías, problemas de cognición, riesgo de Alzheimer, el sobrepeso y obesidad es causa común de muchos cánceres. Quiero que las personas vuelven a la cocina real, que vuelvan a la tierra. Ahora todo es rápido, comida rápida y mala.
El mapa nutricional 2016 de la JUNJI reveló un alza preocupante en los niveles de sobrepeso y obesidad en los alumnos de Prekínder, Kínder, Primero básico y Primero medio que oscila entre 26 y 31%. ¿Qué factores comunes tienen estos grupos etarios que los hace más vulnerables?
No más vulnerables. Son más exigentes, gritan y lloran más fuertes y los padres frente a estas pataletas nutricionales, entre comillas,compran más. Hay productos que dicen “esto te hace bien, te hace grande” y los hace más gordos, y ahora esos mismos productos salen con varios sellos negros. El Estado está reaccionando y hay una preocupación. No pretendo que el niño vaya al colegio con una lechuga, pero sí a lo mejor con un yogurt natural con fruta.
La clave parece ser el cambio de hábitos alimenticios, especialmente desde la infancia y desde el hogar. ¿Qué responsabilidad les cabe a los padres en este sentido?
Como en biología el cien por ciento no existe, pongámosle el 99 por ciento. Los niños no tienen plata para comprar y alguien se las da. Son pautas, hay que ir poco a poco con los cambios. No dejamos moverse a los niños de los dormitorios, pero las órdenes tienen que ser claras. ¿Por qué les tienen miedo a los niños? ¿No les tienen confianza? Los niños no escuchan el no dentro de la casa y como no tienen ideales ni referentes, afuera son presa de un mundo que está complicado.
Hemos pasado gran parte de nuestras vidas contando las calorías de lo que comemos. Sin embargo, en su libro usted invita a olvidarnos de ellas. ¿Por qué?Si no son las calorías, ¿en qué debemos fijarnos al comer?
Una lata de bebida tiene las mismas calorías que 100 gramos de pollo. No tiene sentido contarlas, porque no somos una máquina. Las calorías de las grasas son las de laboratorio, pero el organismo las procesa y no son el doble. Las de depósito y la de los “rollos” sí son el doble,porque el organismo está hecho para ahorrar. Por tanto, las calorías dependen de hormonas, del sexo, de la edad, de modo que si come alimentos buenos o sanos no cuente calorías, coma. Porque los frutos secos que son extraordinarios están llenos de calorías, la leche semidescremada tiene grasa, pero son calorías buenas, el queso no procesado, bueno. Cuente las calorías de la comida rápida y vea la cantidad que está consumiendo de más para que tome conciencia. Las calorías son energía y son importantes porque el organismo necesita un mínimo de ellas para sobrevivir, para que la máquina funcione, y es lo que se llama metabolismo basal.
¿Y cuántas son las calorías mínimas?
Alrededor de 1.200-1.300. Entonces cuando la gente hace regímenes, consume menos de esta cantidad y el organismo empieza a usar las proteínas, las grasas, pero el cuerpo está funcionando con menos calorías y rindiendo más, entonces a los 7-10 días empieza a sentirse tembloroso, sudoroso, decaído, irritable, de mal humor. No existe la dieta baja en calorías y rendimiento. Entonces esta persona actúa en forma compulsiva, con atracón de hambre.
¿Sirven o no las dietas?
No, porque son de corto plazo, de 15 días. Lo que sirve es la nutrición saludable. La gente dice que es cara. No sé, nunca me pongo en el bolsillo de las personas porque no me corresponde. Le puedo decir lo que es bueno. Si es bueno y barato, es doblemente bueno, no se puede negociar con la salud. La suya si usted quiere, pero en la de los niños creo que hay una responsabilidad que tienen que asumir los padres.
En su libro, usted manifiesta que la grasa es un tema complicado capaz de encender debates entre científicos y expertos, pero hay algo en que todos coinciden: imposible hablar de una sola grasa porque existen buenas, neutras y malas
Las grasas han sido denostadas y ahora son buenas. El colesterol no tiene nada que ver con los huevos. Para sobrevivir, el cuerpo necesita grasa, pero de las buenas. Aquí encontramos una amplia gama de alimentos: aceitunas, aceite de oliva, paltas, la mayoría de los frutos secos, semillas, pescados grasos, aceite de pescados y chocolate negro. Las neutras hacen bien, porque reemplazan a las malas y dan una versatilidad para hacer más cocina. Son todos los derivados de la leche, las grasas que se encuentran en forma natural en las carnes de proteínas de animales criados al aire libre y alimentados con pastos, sin hormonas, sin maíz transgénico y sin antibióticos. Entre estas destacan la carne de vacuno y de cerdo, la mantequilla, el queso y la nata. Y las grasas malas están en todos los productos procesados, las grasas trans que se encuentran en la comida rápida, aceites vegetales mezclados, que son muy malos cuando se calientan porque oxidan el colesterol, no así el de oliva y de coco que resisten las temperaturas altas. Grasas de animales a los que se les ha inyectado sustancias químicas y grasas ricas en Omega 6 (ácido graso polinsaturado) que se utilizan en alimentos para prolongar su vida útil.
¿Cuáles son los mitos alimentarios que se derriban en su libro?
El primero y más importante, que las grasas no son malas, que son estructurales, que existen grasas malas, que de las buenas no cuenten sus calorías; lo segundo, que las grasas de depósito en las caderas, los “rollos” o del abdomen no son producto de las grasas que se consumen sino por los carbohidratos, sobre todo los refinados; todo exceso de carbohidrato, calorías o productos procesados el organismo lo toma y lo transforma en grasa. Por lo tanto, la grasa del cuerpo viene del consumo de exceso de carbohidratos. Tercero, no juegue con la insulina, que es la hormona del hambre y del depósito de grasa. Cuando su cuerpo empieza a acumular grasa es un camino con difícil retorno. El clamor de los médicos es que en estos momentos el problema del sobrepeso y obesidad va igual que el de la nicotina, con la diferencia que se la colocaban a los adolescentes y nosotros se la estamos colocando a los bebés.
A través de su sitio web y redes sociales usted propone una medicina enfocada en la nutrición y en un sano estilo de vida.¿Cuáles son las consultas más frecuentes que recibe?
Que es muy cara. Por ejemplo, les aconsejo comprar menor cantidad de frutos secos y en tostadurías; otra inquietud es que no saben utilizar los tiempos y los recursos de forma adecuada. Parten preconcebidos que algunos alimentos saludables tienen mal sabor, como la quínoa, que es lo que más me ha costado colocar. Soy partidario de los smoothiesy los batidos verdes, pero me dicen que el sabor no les va a gustar a los niños, ante lo cual les recomiendo que le incorporen otros ingredientes. También me dicen por qué rechazo los jugos y es porque son un concentrado de fructosa; me preguntan por las bebidas, ya que a sus hijos les gusta tomar agua con sabor. Todas las personas que reclaman es porque no tienen tiempo, pero es cosa de planificarse para comprar y cocinar para dos o tres días. Viva con lo que tiene y trate de modificar, pero si hace todos los días lo mismo no espere resultados diferentes.
¿Por qué se interesó por la alimentación?
Como soy pediatra, estoy sorprendido con los niveles de sobrepeso y obesidad, además voy mucho a Estados Unidos e incluso tuve oportunidad de trabajar con un Premio Nobel de Medicina. Cuando Estados Unidos estornuda, en Latinoamérica hay neumonía, porque somos reflejo de los vicios. En ese país hay una historia de mucho engaño, ya que cuando nos quitaron la grasa de los productos -con un estudio que no fue científico- quedó de tan mal sabor que le pusieron hidratos de carbono que de 13% subió a 33%. En julio viene una ley muy importante en Estados Unidos que establece que en todos los productos envasados debe decir “azúcares agregados”. El azúcar tiene 57 nombres y hay una que es especialmente peligrosa, la fructosa. El azúcar de mesa tiene dos componentes: la glucosa y la fructosa. La primera es la que estimula la insulina, la que da hambre, la que deposita la grasa. Y la fructosa es la que va al hígado, se transforma en grasa y se relaciona con el colesterol. La fructosa es la que tiene a un tercio de los norteamericanos con hígado graso.
Tips claves de su libro
Primero, hay un problema de conocimiento, de saber exactamente las propiedades de cada uno de los alimentos. Hay una desinformación que lleva en estos momentos a un engaño en la alimentación. Ese engaño hace a la persona no víctima, sino que producto y así como es producto del problema tiene que ser producto de la solución. Segundo, no existen dietas. Existe alimentación sana, balanceada, que no tiene porqué ser de mal gusto y sabor. Saber distinguir entre lo que es apetito y hambre. Tercero, el movimiento es parte de la vida saludable, pero ésta se compone de nutrición, ambiente libre de estrés y movimiento. La gente debe hacer conciencia que si tiene sobrepeso y obesidad es porque está enferma. La barriga de los hombres no es cervecera sino de riesgo en los próximos años y debe evaluarse con médicos. Ni siquiera con nutricionistas sino con médicos a través de exámenes que confirmen que esa barriga no le está produciendo daños ahora, sino que después. Que cuando un tercio de los chilenos tiene síndrome metabólico es porque está englobando hipertensión, riesgo de diabetes, triglicéridos y colesterol alto, y que un tercio de los mayores de 15 años está en riesgo a futuro.
Frente al tema del sobrepeso y obesidad, en nuestro país han existido diversas políticas públicas para promover actividad física y alimentación saludable, pero sin continuidad en el tiempo. El Minsal acaba de presentar en enero su Política Nacional de Alimentación y Nutrición (PAN). Como pediatra y neonatólogo, ¿Qué expectativas tiene que con la aplicación de esta política se mejoren los pronósticos?
Las políticas no deben ser de gobierno, sino que de Estado. El día en que la política se mete en la salud se echa a perder la salud y la política. Los problemas nutricionales son del momento en que se gestó hasta los 80 años de edad, entonces no es problema de políticas, sino que de control. No sacamos nada con hacer leyes que después no se respetan. Si tenemos algo que en el mundo es reconocido, es la ley de etiquetados que ahora en julio viene más dura. Política de salud es actualizar los conocimientos usando como monitor a las políticas de Estado.
A su juicio,¿ha tenido algún resultado la Ley de etiquetado de alimentos?
Lento, no muy difundidos los éxitos. Sus resultados tienen que ser lentos, porque son de año a año. Son como las enfermedades, primero que no siga subiendo, que se estabilice y cambiar hábitos,y eso cuesta mucho. Los papás están cooperando.
¿Es partidario de llegar a un acuerdo marco sobre dietas adecuadas de la misma manera que el mundo se unió para regular los riesgos del tabaco?
Más que dietas, es el azúcar como tal y hablamos del azúcar de mesa, pero también de los 57 nombres que tiene, entre ellos la fructosa. Hay un movimiento fuerte con grandes líderes mundiales en Estados Unidos, endocrinólogos de Harvard, y yo los sigo. Estoy convenciendo a gente de México y Bolivia de informar a los suyos. Si el tabaco le hace mal a una persona que empieza a fumar a partir de los 13 años, imagine el azúcar que empiezan a consumirla antes de nacer. Los dos son tóxicos, hacen daño a la persona, provocan gastos al Estado, los dos llevan a consecuencias, los dos producen inflamación. Reitero, más que la glucosa es la fructosa y nos está llegando a través de todos los productos importados.
Como es tan poderosa la industria del azúcar, ¿sería difícil llegar entonces a un acuerdo marco para normar acerca de sus riesgos?
Casi imposible.Desde que apareció la fructosa tenemos problemas con la obesidad. Escuchemos a la OMS que dice que las personas pueden consumir 25 gramos de azúcar diaria y las mujeres, 20 gramos. Por lo tanto, para los niños es entre 12-18 gramos. Una bebida de 600 ml sobrepasa esa cantidad y un niño tiene lista toda su azúcar en el cuerpo con solo una bebida.