Patricia May, antropóloga: “La felicidad es una condición del ser interior”

Patricia May, antropóloga: “La felicidad es una condición del ser interior”

Se define como caminante y practicante espiritual consciente, donde la sabiduría del alma es esencial para el conocimiento más profundo del ser humano. Y es tanto lo que le apasiona el tema a Patricia May, que junto a su esposo – Sergio Sagüez- creó la Escuela del Alma, donde guían y acompañan el proceso de despertar espiritual consciente en el mundo actual. Amante de la poesía, género lírico que despertó su interés a los 13 años, cuando por motivos de salud se vio obligada a estar por más de un año en cama, desde hace 20 años trabaja en docencia en universidades e institutos, además de dictar charlas y talleres en diversos ámbitos. Ha publicado 5 libros, siendo el primero de ellos y con el que salió a la luz pública “Todos los reinos palpitan en ti”. En 2001, el gobierno de Ricardo Lagos la distinguió por su aporte desde las Ciencias Sociales al desarrollo social en nuestro país. Fue elegida entre “Las 100 mujeres líderes en Chile” por la organización Mujeres Empresarias y en 2007 recibió el Premio a la Coherencia, otorgado por la Fundación Laura Rodríguez.

Pese a las adversidades que le ha puesto la vida, esta antropóloga chilena de la Universidad de Chile, madre de 3 hijos -Juan Francisco, Paloma y Benjamín- asegura con plena certeza ser feliz. Y aunque advierte que no existen recetas mágicas para alcanzar ese estado pleno, puede que la clave esté en algo tan simple, que practica sagradamente cada mañana: empezar el día dándose un tiempo de conexión interior, de paz, de meditación o contemplación para alcanzar, así, un ritmo de vida armónico y en equilibrio consigo misma, con su familia, con su trabajo y su entorno.

¿Por qué se decidió por la Antropología y no por otra carrera?

Cuando estudie Antropología, hace bastantes años, era una carrera bien exótica, bien rara. Me gustaban hartas cosas, como la Biología y la Psicología. Leo, porque me gusta saber sobre distintas áreas, y me encontré con esas preguntas de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. Empecé a buscar y di con la Universidad de Chile y llegue a Antropología, pero fundamentalmente por un interés profundo de comprender el gran proceso humano, porque creo que es una necesidad de los tiempos. Hoy día vivimos una vida tan rápida e inmediata que tenemos poco contexto para comprender cuál ha sido el proceso humano y hacia dónde dirigir la vida, quizás también por una necesidad personal, de sentido de vida.

¿En qué medida su condición genética la motivó al estudio del ser humano en forma integral? ¿O no influyó?

O sea sí, porque creo que uno es una interacción entre sus circunstancias e intereses profundos, y es algo que he pensado mucho. Pienso que mi condición genética me ha abierto el mapa de una cantidad enorme de experiencias humanas, me ha obligado a muchas cosas, a trabajar, a asegurar mi centro interno y no mi imagen, pero creo que este interés es más esencial, más profundo. Quizás la condición física me ayudó a no irme por los lados. Capaz si hubiese sido una mujer regia, con mucha capacidad de movimiento, se me hubiese dispersado el interés. Esto, porque estuve mucho tiempo de mi infancia y adolescencia en operaciones, en hospitales y detenida en cama. Entonces, tampoco podía desplegarme y hacer mil cosas y me obligó a ir hacia adentro y a buscar otros valores, porque no me podía apoyar en los valores socioculturales de imagen y apariencia que son tan importantes a esa edad. Creo que la búsqueda profunda venía de antes, pero la condición física hizo que se canalizara más profundamente.

Conexión

¿En qué ocupaba ese largo tiempo que pasaba en cama?

A los 8-9 años tuve una estadía larga en cama y esa generación no tenía televisión, computador ni celular, así que me entretenía en otras cosas. A los 13 años, estuve en cama más de un año y fue una edad en que desperté mucho al interés de comprender las cosas más profundamente como el universo, las estrellas, el ser humano y la amistad. Siempre el tema de la comunicación con otro ser humano para mí ha sido muy importante. Ahí encuentro la maravilla y conexión, y no diría que eso desarrolló en mí un proceso de encierro y lectura, sino de aprender, de saber, de tener más sabiduría, de interesarme en la poesía y en distintas ciencias, pero también en la sintonía con los demás seres humanos que es algo en lo que trabajo.

¿Es feliz?

Profunda, interna y completamente. Soy muy feliz.

¿Cuál es la receta?

No hay recetas. Para mí la felicidad es una condición del ser interior y el tener un camino y una vida en que lo interior, el alma, el aspecto espiritual, está presente en mi vida y con lo cual conecto. No entiendo por lo espiritual lo religioso, dogmático o de creencias, sino que el contacto con un aspecto profundo de mí, de ti, de todos, que es amplio, puro, transparente, despejado, pleno de gratitud y amor. El ser humano que puede conectar con esa interioridad obviamente puede enfrentar la vida de mejor manera y vivir con sabiduría. Esa dimensión la conecté muy joven, lo cual me ha permitido vivir la vida, enfrentarla y tener un recurso interior de paz, de sabiduría, de dicha, de disfrute de lo diario, y poder enfrentar lo más difícil con una mirada amplia, de altura, no revolcándome excesivamente en la desesperación, en el dolor. Si me hablas de receta, creo que hay un recurso de paz, amor, claridad, sabiduría y comprensión en el fondo de nuestra conciencia y nuestro corazón.  Es la antítesis de lo que es la vida hoy día.

No a todas las personas les es fácil conectar con su ser interior

Completamente, porque necesitaríamos tenerlo en nuestro mapa, en nuestro panorama. Estamos en una cultura que todo lo que busca es el éxito y la experiencia exterior.

Patricia May - Revista Invitro

Consciencia

¿Qué se entiende por antropología del sentido?

Es el estudio del ser humano y su proceso focalizado fundamentalmente en la búsqueda del sentido del vivir, una antropología integral y espiritual de la conciencia, que son los temas en los que he trabajado y que van no sólo a la evolución y a la expresión cultural, sino que a la búsqueda más profunda del ser humano.

Usted se define como caminante y practicante espiritual consciente. ¿En que se traduce y cómo lo aplica en su vida diaria?

Mi fuente de donde obtengo claridad y sabiduría es ese centro interior. El  caminante espiritual es consciente de que es más que una identidad y que hay algo en sí que es puro, que está siempre ahí, como un recurso de poder interior. De partida a mi vida diaria le doy tiempo y espacio a esa conexión y, en lo concreto, no empiezo la mañana sin darme un tiempo de conexión interior, de paz,  de meditación o contemplación para comenzar el día y desde ahí mirando mi día, mi sentido, mi propósito, para no perderme. El caminante espiritual tiene un ancla interior muy clara e intenta expresarlo en lo cotidiano. Y se expresa en mi vida diaria en forma muy simple: tratando de tener un ritmo de vida armónico, porque actualmente el ritmo atenta contra lo humano. Hay un trabajo sobre mis prioridades, sobre las cosas que son importantes y las que no, sobre un equilibrio entre el hacer, estar y ser. Vivo una vida bastante simple, armónica, donde pongo en su lugar a mi familia, hijos, el quehacer con las personas y donde no me vuelvo loca por el quehacer exterior. Creo que la armonía empieza a ser una necesidad personal, porque me siento bien y donde tengo plenitud.

¿Qué hechos o situaciones han provocado la pérdida de espiritualidad en las personas?

Muchas cosas. Estamos bajo un paradigma que es materialista y consumista. Eso está en la base. Un paradigma, una visión de mundo, una manera de  ver la vida que yo creo que los jóvenes están desafiando. La energía de fondo del vivir en el mundo tiene que ver mucho con intereses económicos donde se pelean la tajada, el poder, lo cual nos hace vivir una vida de correr y conseguir más y más. Y esa visión inconsciente de ideas, valores, maneras de vivir no las puedes ver, a no ser que seas una persona muy consciente. El camino espiritual es un camino de conciencia y las personas que empiezan a despertar se empiezan a cuestionar este tipo de cosas y lo que hacen es preguntarse y cuestionarse qué quiero en la vida de verdad. Y ahí empieza su búsqueda de otras respuestas, de otra mirada, de otro tipo de vida. Los valores que nos entrega nuestra cultura son miserables. Achatan al ser humano a un producto que tiene que funcionar en vez de vivir. Eso es la miseria y la pobreza, ese achatamiento del ser humano. No la pobreza material. De repente hay pocos recursos materiales, pero muchos recursos interiores y la persona vive una vida de plenitud. Eso no es posible en una cultura como la nuestra.

¿Teme que ese achatamiento del ser humano se acreciente?

Aquí hay un juego de los opuestos, porque mientras más se acrecienta más se ahoga el espíritu humano. ¿Y sabes por qué es miserable?, porque si nosotros fuéramos hormigas y que todo nuestro destino fuera ser hormigas estaría bien, pero nosotros somos seres humanos y el ser humano es integral, emocional, corporal, es acción, una mente maravillosa, un espíritu que está llamado a un sentido de vida mucho mayor que en el que estamos. Entonces para un ser humano es miserable vivir así, porque no está dando a luz su verdad, su razón de vivir y hay miseria.

Me imagino que su enriquecimiento espiritual la motivó a escribir poesía. ¿Sobre qué temas?

Eso es lo más mío. La poesía es lo más íntimo de lo que hago. He escrito poesía desde los 13 años sobre cosas simples que tienen que ver con mi conexión con el ser humano, con la vida, con el sentir que todo está vivo, que todo vibra, que todo está integrado.

En su libro “Vivir Consciente” usted invita a despertar de la anestesia en que vivimos. ¿Qué nos tiene anestesiados y cómo podemos recuperar nuestra conciencia?

Es súper claro. Lo que nos tiene anestesiados es la inconsciencia y todo el sistema estimula la inconsciencia. Nos tiene anestesiados en gran parte, creo, el hecho de que estemos tan bombardeados como nunca -y esto es un fenómeno de los últimos 10 a 15 años- con todo lo que tiene que ver con la penetración de los sistemas de información, de interconexión, de entretenimiento en los celulares, etc., porque todavía no lo sabemos manejar de una manera adecuada. Y es tanto el estímulo que nos viene de afuera que ello genera un ritmo de vida  neurótico, que es completamente alterado.

Espiritualidad

Entonces, ¿cuál es la clave para vivir en paz en una vida tan convulsionada como la actual?

Cambiar el ritmo de vida, darle tiempo al espacio interior, ponerle cota a lo que viene de afuera y conectar con lo que viene de adentro, escuchar el cuerpo, conectarse con los demás, darle tiempo al afecto y a la conversación. No es que esté diciendo que volvamos a una vida bucólica, pastoril, alejada de la civilización. No rechazo internet ni la conectividad. Al contrario. Nos ha permitido vivir a nivel global de manera maravillosa,  y la civilización y lo que hemos generado en ciencia y tecnología es maravilloso. Sin embargo creo que hace falta el aspecto de la educación valórica, ética y espiritual del ser humano. Si esas cosas se juntaran, espiritualidad, tecnología, naturaleza y comunidad, tendríamos la mezcla perfecta.

¿Por qué percibimos el trabajo como una parte desagradable en nuestras vidas?

Por una cosa paradigmática, porque el trabajo lo tenemos asociado a un solo fin: ganar dinero y no disfrutarlo, no darle sentido y no entender el trabajo como algo mayor. Ese es un aspecto. Otro es por la mala calidad del trabajo. Creo que las empresas son tremendas en la competitividad  y le exigen a la gente más y más, hay un ritmo estresado por sobrevivir como empresa. También influyen los horarios de transporte. Hay muchas cosas, pero la médula está en que hoy se considera lícito y correcto que las organizaciones y las empresas tengan un fin de productividad económica, pero el problema no son las empresas y su productividad, sino que sus accionistas y el sistema financiero. Pero al trabajador, ¿qué le puede importar en lo profundo la productividad de la empresa en que está laborando? Pienso que aquí debe haber un giro en el sentido del trabajo cuya finalidad es producir un aporte al medio donde cada uno de nosotros va aprender, a colaborar, a moderar su ego, a mirarse a sí mismo y a los demás, donde va a hacer una entrega de lo mejor de sí. En nuestra sociedad el trabajo es una cuestión desagradable, un trago amargo que trato de que pase rápido, que llegue el fin de semana o la jubilación para empezar a vivir, pero en la jubilación la persona esta tan neurótica que no vive porque el problema está en la mente. ¿Qué tal si pudiéramos considerar el trabajo un campo de oportunidades, de quehacer, de aprendizaje, de entrega, de colaboración, de participación, de servicio? Y que las organizaciones se consideraran organizaciones donde se conjugan las personas para colaborar, aprender y hacer algún beneficio social, pero, ¿qué le ocurre a las empresas? tienen detrás a los accionistas que presionan por producir y ganar plata. Es muy perverso el sistema. ¿Cómo lo podríamos mutar a otro sentido? ¿O tendrá que colapsar por sí mismo?

¿Qué nos hace infelices y nunca estamos conformes con lo que somos o tenemos?

El ego, y cuando digo ego no estoy pensando en la persona soberbia, sino que en aquella identidad distorsionada que está fundamentada en el miedo, en el deseo, en la inseguridad y en la carencia. La mente humana tiene una base y fundamento de ansiedad constante. Eso hay que observarlo, y una persona que camina por la vida en forma consciente trabaja esto. Cuando estamos aquí, en el presente, estamos pensando en lo que viene después y -de alguna manera- hay una ansiedad por siempre de tener lo que no se tiene, ser lo que no se es, estar donde no se está. Esa incapacidad de la mente humana por la manera en que la hemos llenado de ansiedades, deseos, temores hace que nunca podamos estar en paz en tiempo presente. Y esa práctica integral y espiritual de estar en tiempo presente es lo que nos permite vivir una vida plena. Estamos siempre en un deseo de algo que nunca se satisface y esa búsqueda del ser humano tiene una raíz más profunda. Hay algo que nos falta y eso es plenitud interior. El error es que en vez de buscar en la plenitud interior en este presente, buscamos afuera. Es como  buscar en el lugar equivocado. Los seres humanos buscan la plenitud en forma errónea y equivocada. La plenitud está en la expresión del amor, de la sabiduría, de la creatividad y de la fuerza para compartirlo con el mundo. No está en cosas, y ese es el gran error de nuestra cultura que lo único que produce es insatisfacción, ansiedad, infelicidad, y enfermedad social, corporal y emocional. Una mente enferma que anda corriendo a mil y que nunca puede estar tranquila.

Plenitud

La mayoría habla de envejecimiento, pero usted de “juventud de la edad”. ¿En qué se diferencian estas dos ópticas sobre un mismo fenómeno?

Con la edad me siento cada vez con menos peso, más libre de tanta ansiedad,  de tanto deseo, de vergüenza. Me siento con mayor plenitud y libertad y creo que les pasa a todos los que envejecemos de una manera más o menos sabia.  Esa interioridad más pura, libre, alegre, natural puede expresarse mejor, entonces hay menos carga, hay menos expectativas, menos ansiedad, menos soberbia. La edad mayor es donde el ser humano puede dar su luz más maravillosa, porque el joven está acosado por muchas cosas, y en la medida que va haciendo camino sabio se va liberando de muchas cosas, de miedos, de control, de perfeccionamiento, de dependencias emocionales. Entonces es más libre, más joven.

La única certeza que tenemos los seres humanos es que al nacer tendremos que morir. En ese sentido, ¿cómo puedo vivir la vida con plenitud y conciencia sabiendo esta realidad indesmentible?

En nuestro vivir occidental bien nos haría saberlo más, porque lo que hacemos es olvidarlo a cada rato. Cuando tú tienes claro que esta oportunidad, en esta dimensión, en este cuerpo, en este guión en el que uno nace, es limitada y que va a terminar la vida en cualquier momento, podemos vivir con mayor plenitud. Justamente porque nunca lo recordamos es que estamos dilapidando la vida en puras estupideces en vez de vivir con plenitud, con entrega y haciendo lo mejor que uno puede hacer cada día, porque mañana capaz que no esté. Nos hace falta en la cultura occidental la tremenda oportunidad de tener un lapsus de vida que no sabemos cuánto va a durar, y vivirlo en plenitud pero que por ello no se entienda carreteando sino expresando su vocación, su talento en cada día y acto a todas las personas.  Participar activamente en un mundo mejor. Para eso estamos.

¿Y por qué los seres humanos le tememos a la muerte y cuesta aceptarla?

Ese es el miedo de los miedos. Estamos muy apegados a esta identidad y por lo tanto le tenemos miedo a todos los cambios y, de alguna manera, es terminar con un rol donde estaba funcionando bien y con el cambio de la muerte abandonas completamente el guión. El temor a la muerte está bien, pero también existe un miedo psicológico y en la medida en que uno va aprendiendo a soltar y conectándose con algo de ti que sigue allí siempre, que es el yo más profundo, vas haciendo ese proceso y teniendo menos miedo psicológico a la muerte.

No es fácil, porque la gran mayoría no hace ese proceso

Creo que casi nadie hace ese proceso consciente. ¿Qué porcentaje de seres humanos será? Poquísimo, pero aun así es importante que lo pongamos para que quizás alguien pueda aportarle una mirada.

Usted ha sostenido que el principal foco de sanación y de salud somos nosotros mismos. ¿Por qué?

Porque creo profundamente en la autosanacion, porque lo he vivido así. En parte lo que nos enferma y nos intoxica son todas las distorsiones, pero también cuando nos enfermamos hay un porcentaje muy grande de la curación y sanación que tiene que ver con la actitud. Además, escuchándose uno puede ir adecuando las necesidades corporales-emocionales para vivir una vida más sana en general. De partida, hoy día ni siquiera escuchamos cuando estamos cansados, algo tan básico como eso. Los días de descanso nos llenamos de cosas, porque tenemos una adicción muy grande con el funcionar y el hacer. Si yo me escuchara viviría de una manera que me hiciera bien, cosa que no hacemos. Hoy está demostrado a través de la epigenética que hay condiciones externas que modulan la expresión de algunas enfermedades, que se pueden manifestar o no de acuerdo al medio ambiente, y el medio ambiente de los genes y proteínas tiene que ver con los estados emocionales.

Controversia

El concepto de alma ha desatado controversias y polémicas durante milenios y no son pocos los que afirman que simplemente no existe. Lo único cierto es que como es inmaterial jamás su existencia será comprobada a través de alguna investigación científica. ¿Cuál es su opinión al respecto porque incluso usted creó una Escuela del Alma?

Creo que tenemos que redefinir alma, porque cuando pensamos en ello lo hacemos como algo ajeno, volátil, que está en otra dimensión. Cuando pienso en alma, pienso en nuestra conciencia. De que más allá de esta mente que puede estar distorsionada, en el fondo de ella hay un campo de conciencia que me conecta con un yo real, potente, claro, consciente, luminoso, quieto, pacífico, ecuánime, y eso se puede experimentar.  Esa es la esencia individual humana. Ahí está el alma humana manifestada en esta vida. Cuando mi mente conecta con ese centro de conciencia, inmediatamente me genera una visión de expansión, de amor, de mirar con perspectiva las cosas, de ecuanimidad, de servicio, de bondad natural. Ahí está la fuente de todas las virtudes humanas, en lo profundo. Ahora, ¿qué ocurre? Que nosotros contaminamos la mente con tanto ruido que casi nunca experimentamos eso. El alma humana está aquí, con nosotros, todo el tiempo, como algo que me pacifica, que me aclara.  Quizás en vez de hablar de alma podemos hablar de conciencia pura  e interna del ser humano, llena de amor y sabiduría. Y eso se experimenta con una identidad que no tiene nombre, que no tiene edad, que no tiene género, y que simplemente es pura plenitud y que está descrito en muchos seres humanos.

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