Si bien hay nuevas terapias antirretrovirales, eficaces, menos tóxicas y simples, no se debe bajar la guardia en mantener medidas de prevención e insistir en la educación sexual.
Actualmente, de acuerdo a datos entregados por la ONUSIDA, un 0,5% de la población vive con el virus del VIH y aproximadamente un 50% de los contagiados no conoce su diagnóstico. Desde el 2010 al 2016, los casos de VIH en Chile aumentaron un 66% y pasamos de 2.968 a 4.927 los casos diagnosticados.
Según Fernando Bernal, químico farmacéutico del Hospital San Juan de Dios, “las causas de este aumento son múltiples, como la poca prioridad en los programas de Gobierno para enfrentar esta patología, la falta de programas de prevención y de educación sexual, y el acceso universal a la información (internet). Los jóvenes saben que esta no es una enfermedad mortal, ya que tiene tratamiento, sin embargo, desconocen las implicancias de vivir con el virus”.
“Creo que, además de perder el miedo, se perdió el respeto por la enfermedad. Recordemos que esta enfermedad fue catalogada como mortal durante muchos años y hoy en día es absolutamente tratable. La educación sexual sigue siendo tabú y un tema difícil de abordar en nuestra sociedad”, comenta Bernal.
Terapias
La incorporación del primer tratamiento de VIH -la zidovudina o AZT- en la década de los 80 significó un antes y después y su efectividad era limitada, por la resistencia del virus a este fármaco. Los años de AZT y sus sucesores -didanosina, zalcitabina y estavudina- fueron complicados, con toxicidades importantes y con un gran número de comprimidos que no mejoraban la mortalidad ni la calidad de vida de las personas.
Con la llegada de los inhibidores de la proteasa a mediados de los 90, la mortalidad disminuyó. “Su eficacia en combinación con otras drogas mejoró la sobrevida de estos pacientes. Se logró por primera vez la supresión viral completa en la sangre, pero su administración era compleja con un elevado número de comprimidos varias veces al día. Todos de gran tamaño con grados variables de toxicidad, algunos con restricciones alimentarias y requerimientos de refrigeración”, explica Bernal. Aún así, “valía la pena, pese a la subóptima calidad de vida, ya que disminuyó la mortalidad y las infecciones oportunistas”, puntualiza.
Desde entonces, la investigación y el lanzamiento de nuevos fármacos se mantienen con nuevas familias como los inhibidores de la fusión, integrasa, CCR5; nuevos inhibidores de proteasa y de transcriptasa reversa nucleósidos y no nucleósidos se han sumado al arsenal farmacológico. “Son menos tóxicos, con menos eventos adversos y más tolerables, seguros y de fácil dosificación”, precisa Bernal.
Evolución
La terapia antirretroviral ha tenido una evolución gigantesca. En los primeros años un paciente en tratamiento recibía 10-14 comprimidos al día divididos en 3-4 tomas. En poco más de 30 años, en países desarrollados y en el sector privado de Chile se toma un comprimido, que incorpora tres fármacos, denominados internacionalmente como STR, Single Tablet Regimen de sus siglas en inglés.
Los STR han demostrado evitar la adherencia parcial a los medicamentos, la frecuencia de abandono disminuye, “aunque esta característica también está dada por los efectos adversos de las drogas. Sabemos que un 10% de los pacientes que usan efavirenz abandonarán el tratamiento debido a los efectos adversos sobre el sistema nervioso central (mareos, pesadillas, sueños vívidos)”, advierte Bernal. Sin embargo, “hoy en día los STR modernos no incluyen en sus componentes efavirenz, sino una nueva familia llamada inhibidores de integrasa, los cuales tienen un perfil muy bajo de toxicidad siendo la familia de elección en países desarrollados, donde solo entre 2% y 4% experimentará algún efecto adverso debido a ellos”, agrega.
Discriminación
Recientemente se ha actualizado la canasta de prestaciones para el VIH, después de muchos esfuerzos de la comunidad social y científica de Chile, se han incorporado cuatro nuevos fármacos, todos STR, los cuales “pondrán al día algo que estaba al debe y pendiente en el servicio público, un tratamiento simplificado que mejore la calidad de vida de este grupo de pacientes”, destaca Bernal.
Aun así, Bernal asegura que en Chile “estamos atrasadísimos y muy en deuda con los pacientes. ¿Por qué el sistema privado pudo llegar a un buen punto de negociación con la industria y utilizar tratamientos simplificados para sus pacientes y el sistema público no? Durante años el sistema público ha sido discriminado al no poder acceder a dichos tratamientos. Los esfuerzos de los grupos sociales comunitarios, sociedades científicas e incluso de la misma industria farmacéutica al realizar ofertas con reducciones de costos importantes han sido múltiples”.
Asimismo, Bernal advierte que “los centros de atención de pacientes que viven con VIH están experimentando desde hace años la imposibilidad de abarcar correctamente los programas de apoyo para la adherencia de los pacientes a los tratamientos, debido a la escasez de recursos, tanto humanos como estructurales, porque existen centros donde solo hay un médico contratado por 22 horas para atender a toda su población en control”.
El VIH es una enfermedad crónica con tratamientos cada vez mejores, eficaces, menos tóxicos y simples. “Esto no significa que podemos bajar la guardia, debemos mantener las medidas de prevención a nivel poblacional e insistir en la educación sexual, porque es fundamental que la gente conozca la vía de transmisión debido a que los casos nuevos aumentan y el miedo a adquirir la enfermedad va en disminución”, concluye el profesional.