Médicos motoqueros: Libertad sobre ruedas

Médicos motoqueros: Libertad sobre ruedas

Desde jóvenes el Dr. Taborga oftalmólogo y el Dr. Cuellar, pediatra tuvieron las ganas de tener una moto, hoy son sus compañeras de aventuras y se declaran más que aficionados, son unos apasionados por sus verdaderas “joyas”

Por Revista In Vitro

Libertad, juventud, desconexión del día a día. Son algunas de las palabras que primero vienen a la mente de nuestros entrevistados al pensar en las motocicletas. Una pasión que comenzaron a descubrir muy jóvenes, pero que en un principio no fue fácil de concretar por la natural aprensión de sus padres.

Así lo recuerda el Dr. Gonzalo Taborga Clerfeuille (54), cirujano oftalmólogo de las clínicas Indisa y Pasteur. “Me decían: tendrás moto cuando tengas tu dinero para comprarla, nosotros jamás te compraremos una”. No obstante, a los 23 años y siendo estudiante de Medicina, logró convencerlos y tuvo su primera motocicleta: una Suzuki GSX 250, con la que se iba a clases desde su casa en La Reina hasta la sede norte de la Universidad de Chile, en la comuna de Independencia.

Más tarde, el Dr. Taborga viajó a Barcelona a realizar su especialidad, donde una Vespa se convirtió en su leal compañera por siete años. “Era mi medio habitual de transporte, era más fácil que el traslado en auto, en una ciudad donde además del tráfico, resulta muy difícil estacionar”.

Ya de vuelta en Chile, lo primero que hizo fue adquirir una Yamaha Chopper de 650 cc, que luego reemplazó por otra de la misma marca: una Vi-Max de 1200 cc. “Era un monstruo, una de las más rápidas y de mayor poder que había en el mercado en ese entonces”. Luego vino su actual motocicleta: una 2011 BMW 1200 RP.

Dr. Gonzalo Taborga, cirujano oftalmólogo

Similar fue el caso del Dr. Mario Cuéllar Balcázar (47), pediatra de Clínica Indisa, quien también trabaja en su consulta particular.

“Desde la época del colegio que me fascinaba la idea de tener una motocicleta, pero por reglas en la casa era algo imposible. A medida que pasaron los años la idea no se desvaneció, sino más bien fue acrecentándose, pero siempre existían otras prioridades. A los 37 años, finalmente decidí que estaban muchas metas cumplidas y faltaba ésta, así que conseguí la primera motocicleta, una Yamaha V Star 650”, cuenta. “Actualmente, tengo una Yamaha V Star Tourer 1300”.

Ambos especialistas aprendieron a manejar sus vehículos solos, sin tomar cursos formales.

Dr. Mario Cuéllar

“El día que la compré lo hice por teléfono, sin ver la motocicleta o probarla, no sabía siquiera manejarla. Con la ayuda de un amigo que tenía una similar fuimos a buscarla; él la trajo a mi casa y ese día fue de clases intensivas de manejo de motos. Fue suficiente para aprender a manejarla, lo que no significaba el aprender a conducirla en todo tipo de situaciones. Eso fue más lento y en base a prueba y error, siempre teniendo en cuenta que no se termina de aprender nunca”, recuerda el Dr. Cuéllar.

Para el Dr. Taborga, su agilidad sobre las bicicletas fue un ingrediente de mucha ayuda. “Siempre he sido muy hábil para los deportes, de chico hacía muchas piruetas y exploraba el peligro de la bici más allá de lo recreativo. Era común tirarnos cerro abajo, teníamos como una pandilla de bicis, por lo que la transición a la moto fue muy simple, muy fácil para mí. Además, muchos amigos me prestaban su moto cuando chico, jamás tuve la necesidad de hacer cursos”.

UNA PASIÓN PARA DISFRUTAR

Algo que diferencia la experiencia sobre dos ruedas de ambos médicos es el uso que les dan a sus motocicletas.

El Dr. Taborga prefiere utilizarla en la ciudad, como un medio de transporte para determinadas ocasiones. Nunca si se está apurado, ya que está consciente de que sin las precauciones adecuadas, puede ser un medio de transporte peligroso. “Hoy no es mi manera de movilizarme, porque cuando uno tiene la misión de trasladarse de un lugar a otro en un tiempo determinado es cuando viene el peligro. Nunca más volví a andar en moto que no sea de una forma recreativa”, comenta.

El Dr. Cuéllar, por su parte, prefiere conducir su moto fuera de la ciudad. “Alguna vez la he utilizado para transporte, pero en realidad para usarla en ciudad es demasiado grande y con demasiada potencia. En época de verano, Santiago por la disminución de tráfico se convierte en un lugar ideal para manejarla. Pero su uso está más destinado a salir fuera de Santiago, por horas, o días si es necesario”.

“El gran error que cometemos la gran mayoría de los motociclistas es usarla para llegar más temprano o más rápido, metiéndonos entremedio de los autos. Con algunos modelos esto es más fácil por su tamaño. En el caso de la mía se convierte en algo más complejo, por lo que trato de mantenerme como si ocupara el lugar de un automóvil. Creo que no se debe usar la motocicleta para llegar más rápido, el riesgo de accidente es bastante alto y la probabilidad de daño más aún”, agrega.

En cuanto a los viajes, éstos han sido bastantes, tanto al norte como al sur de Chile y “todos con experiencias entretenidas. A veces solo, otras con grupos pequeños (2 a 3 motocicletas) y algunas con grupos muy grandes (20 a 30 motocicletas). De todos los viajes, más allá de lo diferente de cada región, rescato el poder compartir historias con gente que se dedica a cosas distintas a la mía, hacer nuevas amistades, y desconectarse del día a día. Eso es lo que los hace fantásticos e inolvidables”, relata el Dr. Cuéllar.

Categorías: Tiempo libre